“La ciencia bien contada es la que se entiende”
Javier Armentia Coordinador del planetario de Pamplona
MOMENTOS DESTACADOS
Javier Armentia
Coordinador del Planetario de Pamplona desde 2011, profesor del máster de Comunicación Científica, Tecnológica, Médica y Ambiental en la Universidad Pompeu Fabra; vocal de la Asociación Española de Comunicación Científica, colaborador recurrente en varios medios de comunicación... Javier Armentia, licenciado en Ciencias Físicas, especialidad Astrofísica por la Universidad Complutense de Madrid, se define a sí mismo como un divulgador científico. Disfruta transmitiendo sus conocimientos a los demás. Y se nota. En esta entrevista conocemos por qué le apasiona tanto la ciencia y cuáles son sus claves para transmitirla con pasión.
¿Qué características debe tener la buena comunicación?
La buena comunicación es esa que nos
apetece seguir manteniendo. Que nos
deja pegados al libro, a la revista, al
periódico, que no nos permite casi
salir, dejar de ver la pantalla, que
nos invita a estar con una persona con
quien estamos hablando. Todos queremos
encontrar esa capacidad de hacer que los
contenidos nos emocionen, nos parezcan
relevantes, que quien emite la comunicación
sea capaz de hacerlo sustancial y
sustancioso y que quienes estamos
escuchando tengamos que hacer ese
esfuerzo, pero que sea un placer. Yo creo
que la buena comunicación es esa
comunicación divertida.
¿Qué cualidades de comunicación deben tener las personas que se dedican a la ciencia?
La ciencia es un mundo complejo porque
usa una precisión o busca una precisión
muy alta, usa un lenguaje
matemático conceptualmente fuerte y
en general nos sentimos un poco
indefensos cuando escuchamos a una
persona científica. Lo que no sabemos es
que esa persona científica se siente
también indefensa cuando está contando
cosas de ciencia porque no está hablando
con colegas; es decir no sabe si le van a
entender.
Esto es curioso porque como sociedad
hemos asumido que eso no pase en otros
ámbitos. Cuándo estás
escuchando a alguien que te habla de
deportes asumes que no tienes ni idea,
que él sabe mucho y
lo que te cuente te lo tragas ¿no?, incluso
puede usar palabras extrañas.
En economía todos nos hemos habituado
a leer la información económica llena de
modelos económicos realmente extraños
y ajenos a la vida real, pero cuando nos
lo hace la ciencia nos sentimos
indefensos, ¿no? No sé por qué; no sé por qué
porque me dedico al fin y al cabo a
intentar hacer que la ciencia se pueda
contar en palabras que todo el mundo
entendamos y es posible, cuesta un
poquito más ¿no? Decía Einstein que
la ciencia bien contada es la que puede
hacer que tu abuela te entienda lo que
estás haciendo, sin menospreciar a
las abuelas ni a nadie,
yo siempre he dicho que la ciencia bien
contada es la que se entiende, la que te
permite hablar a veces de cosas muy
abstrusas, pero explicando un poco a qué
te refieres.
No, no es diferente ya digo de otros
ámbitos, ¿no? Todos hemos conocido lo complejo
del lenguaje judicial o de la abogacía.
Los términos tan precisos y tan ajenos a
la experiencia real, lo mismo que nos
sucede con el lenguaje médico, ¿no? y sin
embargo asumimos que tenemos que
aprender un poco. Quizás lo que nos ha
faltado es valorar la ciencia hasta el
nivel que nos invite a decir: "Oye es
interesante" y yo reconozco que
trabajando en tecnología a veces lo
tenemos ganado. Es decir, cuando yo hablo de
cosas como los agujeros negros o el big
bang, es decir conceptos verdaderamente
ajenos a la experiencia habitual de las
personas, sin embargo la gente se queda
embobada porque le gusta, ¿no? "¿Qué será eso?".
Cuando el lenguaje de la ciencia
es capaz de despertar sorpresa, ganas de
conocer, yo creo que es un éxito.
Y eso es lo que habría que pedirles a los
científicos; darse cuenta de que ellos
tienen que expresarse así también. No
vale hablar siempre para colegas. Eso
está bien, hay que publicar en las
revistas, hay que hacer congresos pero
también es preciso contarle a tu familia
a qué te dedicas toda la semana.
¿Cómo se adquieren esas cualidades?
Para contar bien la ciencia, primero
hay que querer hacerlo, ¿no? Y yo creo que
afortunadamente en el mundo de la
ciencia cada vez más la gente se da
cuenta de que esto hay que hacerlo.
Vivimos en un mundo muy competitivo,
los proyectos son difíciles de llevar adelante,
el dinero que hay para todo esto es
escaso y funciona de una forma
importante la comunicación de los
proyectos, la comunicación de la ciencia,
las universidades necesitan tener
alumnas y alumnos que sigan un poco esa
tradición y entonces la comunicación
es una necesidad.
¿Cómo se hace?
Yo creo
que no hay recetas magistrales. Uno
se tiene que formar como pasa en muchas
otras cosas. En todos los ámbitos
académicos uno tendría que dedicarse un
buen espacio a, por un lado, a
conocer la historia y la filosofía del
asunto que uno está trabajando, y otro
a la comunicación y la enseñanza.
Porque lo que hay que hacer
principalmente es darte cuenta, colocarte
en el lugar de la otra persona.
Nosotros en el Planetario siempre
nos estamos preguntando a la hora de
contar historias:
"Bueno, yo vengo aquí y a ver qué me ofrecéis,
a ver qué me contáis". Cuando te
pones en el lugar de la persona que está
recibiendo e intentas además con
sus expectativas adelantarte un
poco a las preguntas que pueden
surgir consigues hacer algo que es
posible y en ciencia esto siempre es posible
incluso aunque estés hablando de cosas
complejísimas, de terapias génicas, del
comienzo del universo o de la última
tecnología de computadores cuánticos. Si
te pones en el lugar de quien está
recibiendo, puedes hacerlo. A veces, una
herramienta que nosotros usamos mucho,
utilizando analogías o metáforas, es
decir haciendo el mismo uso literario
que usa la buena narrativa, donde
construyes realmente algo que pueda ser
aprehendido por la persona que está
leyendo o que está escuchando, que está
viendo esa película en el Planetario.
Juegas con las escalas, juegas con las
cosas que son cercanas, no es fácil;
requiere trabajo, pero es muy
gratificante porque tú te das cuenta, y
esto es una cosa que todas las personas
del mundo de la ciencia que se
dedican también a la divulgación, a la
comunicación de la ciencia,
cuando tú lo haces entiendes mejor lo
que estás haciendo. Es decir, el buen
científico es además un buen comunicador.
No siempre, y esto no se valora
digamos en los currículos, ¿no? Pero
cada vez más la gente que es buena
divulgando es buen científico también.
¿Cómo ha evolucionado tu forma de contar la ciencia?
Bueno, yo tengo una carrera un poco
extraña porque empecé de hecho en el
mundo de la comunicación
casi a la par que en el mundo de la
universidad. Yo me dedicaba a hacer radio
y escribir en revistas, es decir, a hacer
periodismo científico desde muy al
principio y al fin y al cabo trabajo en un
lugar como es el Planetario, en el que lo
que hacemos principalmente es hacer
participe a la sociedad de la ciencia, es
decir: comunicar. Pero por
supuesto he ido cambiando muchísimo,
sobre todo dándome cuenta de que
menos es más. Hay un miedo o hay
una cierta tentación en el mundo de la
ciencia a querer hacer una enciclopedia, ¿no?
Es decir, cuando viene un
periodista y te pregunta: "Oye ¿qué hay de
este agujero negro que se ha encontrado?".
Entonces tú empiezas: "Desde la más
antigua antigüedad el hombre
siempre ha mirado el cielo... bueno, eso
vamos a darlo por supuesto. Es decir, no
siempre hay que empezar un tratado
hablando de lo que hacíamos hace cinco
mil años.
No siempre hay que explicarlo todo, sin embargo
puedes acudir, y eso es lo
importante, y eso es una cosa que se va
aprendiendo, acudir a lo que es
significativo. Es decir, cuándo hablamos
por ejemplo de otros
planetas: "Se ha descubierto un mundo
que es parecido a La Tierra",
la cosa es preguntarnos por qué es
interesante que a mil años luz haya un
planeta que pueda ser parecido a La
Tierra. Bueno, entonces eso nos hace
reflexionar sobre la vida, sobre nosotros,
sobre nuestra condición en el cosmos y
te das cuenta de que esas cosas quizás no
son tan científicas, pero son mucho más
interesantes. Entonces el trabajo que he ido
teniendo y como he ido aprendiendo en
esto ha sido a ir dejando a veces las
fórmulas en un segundo plano y tomando
en el primer plano la experiencia, la
emoción, la pregunta que nos hacemos
porque lo bueno de trabajar en un
planetario es que estamos expuestos a
eso constantemente porque tenemos
chavales, tenemos niñas y niños que no
tienen prejuicios, ¿no?, cuando preguntan
preguntan de todo, a tumba abierta, no se
ciñen a un guion. Si han escuchado algo sobre un nuevo
agujero negro te lo van a preguntar o
sobre una misión espacial y eso es
maravilloso porque te hace darte cuenta
de que las cosas importantes están ahí
al cabo de la calle.
¿Qué papel ha tenido el Planetario de Pamplona en la difusión de la ciencia a la sociedad navarra?
Bueno, hace más de 25 años, cuando
empezamos este proyecto del Planetario
había gente que nos decía: "Pero, ¿a
quién le interesa eso?" Yo recuerdo que
una buena periodista y buena amiga
nos decía pasados los años, me decía:
"Oye, Armentia, ¿antes de que estuvieráis vosotros
por aquí no había perseidas, no había
eclipses... Es decir, nosotros vivíamos
tranquilos sin que nos estuvierais
volviendo locos siempre con que Venus se ve
ahora por la tarde o este tipo de cosas".
Y yo le decía: "¿Ves? Y os lo estabais perdiendo".
Fíjate, nadie lo contaba, ¿no? Ese es un
poco digamos el papel del Planetario.
Hemos contado cosas que nadie esperaba
que se les contara. Y eso en una
comunidad como la nuestra yo creo que
es muy importante porque tendemos, y
esto pasa en todos los sitios, a
reflexionar en exceso sobre los mismos
temas y a olvidarnos que hay un mundo
fuera y el Planetario es precisamente el
mundo fuera, es lo más bestia ¿no? Es decir:
"¿Qué es lo menos pamplonés que podemos
imaginarnos?: El universo". Pero de
repente nos damos cuenta que lo es, ¿no?
Fíjate, con la experiencia que hicimos
hace unos años de crear un jardín que es
un modelo de la galaxia, en colaboración
con el Ayuntamiento de Pamplona
que nos montó ahí en Yamaguchi un modelo
de cómo es la galaxia, de repente
descubrimos todos,
el público y nosotros, que se puede hacer
un viaje intergaláctico sin salir de
Pamplona y eso es bonito. Yo creo
que esa ha sido un poco la historia de
crecimiento que hemos ido haciendo en el
Planetario. Por otro lado, el Planetario
supuso desde el principio, y ahora lo es,
probablemente es el lugar donde se puede
hablar de muchas cosas, entre ellas de
ciencia, donde la cultura mira también a
los descubrimientos científicos, donde
los propios grupos de investigación, de
las universidades, de todos los centros
de investigación y las empresas que
hacen tecnología e innovación encuentran
un lugar donde contar cosas al público. Y
un poco con esa mirada. Desde hace unos
años hemos tenido además esa especial
dedicación al mundo educativo, es decir
mirando a la gente que vendrá en el
futuro.
De hecho, el Planetario es un poco ese
sitio donde se viene de niño con el cole y
luego vienes de padre a traer a los hijos,
o vienes a escuchar conferencias,
o a ver alguna exposición, o algún montaje, un concierto...
y ese 'totum revolutum' un poco dentro del
mundo de la cultura es ese espacio que
nos encanta mimar, ¿no?
Evidentemente, en algunos tiempos de
forma más sencilla y en otros tiempos
pues intentando reinventarnos, porque a
lo largo de 25 años cambian mucho las
cosas.
¿Qué puede hacer el Planetario para favorecer el gusto por la ciencia entre las personas jóvenes?
La vocación, el desarrollo de las
vocaciones, de la importancia que tienen
las enseñanzas científico técnicas, eso que
llamamos STEM: ciencia, tecnología,
ingeniería y matemáticas, ¿no? Donde además de
haber poca presencia, es decir, no hay muchos
alumnos que den el salto para irse a las
carreras de ciencias, nos encontramos con
que especialmente hay menos chicas que
chicos que se dediquen a ello. ¿Y el
Planetario qué quiere hacer? Está
haciendo un papel activo en colaboración
con el Gobierno de Navarra para que
precisamente este mundo de la
ciencia y la tecnología sea algo
atractivo; igual no es lo más atractivo,
no es como el fútbol... pero
sí desde luego puede ser una cosa
muy entretenida, tanto para chicas como
para chicos, ¿no? Y esto es un reto. Es un reto
porque hay que inventar cosas. Nos hemos
metido en concursos de temas de robótica,
en hacer satélites artificiales con los
chavales, en concursos de ingeniería
genética
en colaboración con el CSIC, que van a
hasta EE.UU. y bueno, pues son cosas muy
divertidas porque no sabemos a dónde
llegaremos, pero mientras tanto estamos
convencidas de que esto merece la pena y
que además hay un público que nos
responde y nos pide, nos
pide más.
¿Cómo influye la comunicación en el proceso docente?
En el mundo donde la transmisión de
conocimiento de la educación, más aun de
la educación universitaria, o incluso la de
postgrado, la comunicación a veces
se ha dejado en un segundo plano.
Posiblemente lo importante era, en el
caso que yo me muevo, en los
ámbitos en que yo me muevo más del tema
científico, lo importante era la
precisión, la actualidad, la relevancia, el
disponer de referencias... Todo eso
está bien, pero en los últimos tiempos,
con la implantación de lo digital, nos
hemos dado cuenta de que tener eso es más o
menos sencillo, es decir eso está bien:
teniendo unas buenas referencias,
teniendo una buena programación y un
buen equipo que sepa qué contar. Cada
vez más estamos valorando
el hecho de que en esa transmisión que
estamos haciendo informemos bien del
método, es decir en la enseñanza para mí
es fundamental que la gente entienda
cuál es el proceso. Que un día cuando tú
te enfrentes a una investigación, a algo
o cualquier proyecto, sepas por dónde
empezar, dónde mirar, a quién preguntar o
qué plantearte. Esas ideas, cómo
comunicarlo, cómo jugar en la arena de la
ciencia, ¿no? Hay que tener en cuenta que el método
científico se planteó hace cuatro siglos
y se ha ido desarrollando desde entonces,
es decir no es algo excesivamente nuevo
y sin embargo hay que renovarlo cada
día. Es decir, lo hemos estado viendo en
estos tiempos complejos que vivíamos, en
los que la ciencia se ha estado presentando al
mundo casi sin hacer o en el mismo
proceso de cómo se estaba haciendo la
interpretación de que muera el virus, de
cómo actuaba, de las vacunas que vienen y
van... Toda esa ciencia en directo
es algo apasionante, pero no es lo
habitual. Normalmente eso se hacía en
otro sitio, se hacía en esa trastienda y
lo que llegaba era la publicación,
el producto, la terapia, la vacuna y todo el mundo estaba contento.
Cuando estás dedicándote a la educación
tienes que enseñar esa trastienda y lo
bueno de las circunstancias que vivimos
ahora y de los medios de que disponemos
ahora es que precisamente esa trastienda se puede
contar bien. Podemos darle la vuelta a las
clases de las universidades, tenemos que
darle la vuelta y convertir a
las personas que están ahí acercándose a
estos conocimientos en verdaderos
protagonistas.
Esto es un poco lo que estoy intentando
hacer, lo intentamos hacer desde hace
años y aprendiendo y además estoy
convencido de que no es algo único en la
enseñanza de las ciencias, sino que se
puede trasladar a cualquier materia de estudio.
Creo que esa gran revolución de las
enseñanzas es una de las cosas que
tenemos que proponernos, digamos,
como tarea para cuando vaya esto
saliendo un poco del agujero donde andamos.
¿Contribuye la comunicación a desarrollar la personalidad de los alumnos?
Sin duda. La comunicación es fundamental
y posiblemente no le hemos dedicado el
papel o la relevancia que tenía, ¿no?
Una de las cosas más
maravillosas que he tenido
oportunidad de vivir durante muchísimos años
ha sido ser profesor de astronomía en
las Rutas Quetzal que organizaba Miguel
de la Quadra. Nos íbamos por América con
300 o 400 chavales de un montón de
países de Hispanoamérica y muchos
países europeos... todos de la
misma edad, 16 17 años. Y descubrías cómo
el sistema educativo les había ya forjado
una forma de ser, una forma de ver el
mundo y una forma de opinar sobre el
mundo terrible. Aquellas personas de
Hispanoamérica que viven en sistemas
educativos muy participativos, donde hay
ligas de debate, donde hay
realmente mucho examen oral o
mucha presentación oral, donde hay mucho
trabajo en común, son personas que no
solamente usan el idioma con una mayor
riqueza,
sino además que son capaces de extraer
muy rápidamente un contenido, de crear
diálogos, de plantear dudas... Sin
embargo, en otros sistemas educativos en
los que nos hemos ceñido más al temario
y a la transmisión directa de
conocimientos,
hemos dejado esa parte activa del
alumnado y más en una parte más reactiva,
¿no? y entonces notabas, estabas
dando una charla con chavales y te
llegaban unas preguntas de las chicas
venezolanas o de las peruanas, o de un
chaval uruguayo que te quitabas el
sombrero. Decías: "¡Qué maravilla! No
me había yo planteado algo así". Y a veces
también, de los chavales que venían
de aquí, tenías esas preguntas, pero
ellos mismos decían: "Jo, qué nivel. Qué
nivel tienen". No sabían más que sus
compañeros españoles, pero sí sabían
comunicarlo. Yo creo que ese es el
ejemplo de por qué en el desarrollo de
la personalidad, en el desarrollo de la
actitud es fundamental hablar,
es fundamental darle un valor e
incluso un valor digamos de nota a estas
capacidades. No todo el mundo vamos a ser
capaces de hablar bien, de expresarnos de
forma fluida... pero yo creo que sí
todos somos capaces de intentarlo y
de vivir en un entorno donde al alumno se
le deje hablar. Esas clases de 'niño
cállate y ya te lo cuento yo todo'
tendrían que estar desterradas de
nuestra tierra.
Destaca algún momento profesional en el que la comunicación haya sido decisiva para ti.
Uno de los momentos más especiales
dentro de mi trabajo en el Planetario de
Pamplona con relación al mundo de la
comunicación fue algo que nos sucedió en
el año 2015. El Planetario de Pamplona
colaboró con la Sociedad Española de
Astronomía y el Instituto Cervantes para
hacer una candidatura y dar un nombre
a una estrella y a los planetas que se
habían descubierto. En los últimos 30 años
se han descubierto miles de planetas
extrasolares, es todo un boom en el mundo
de la astronomía, pero muchos de esos
planetas no tienen nombre. Entonces la
Unión Astronómica Internacional abrió un
proceso participativo, un concurso a
través de las redes para conseguir
nombres para algunos de estos mundos y
nuestra propuesta, la propuesta que
digamos vehiculizamos el Planetario de
Pamplona fue precisamente dar a una
estrella que tenía cuatro planetas los
nombres de Cervantes para la estrella,
Dulcinea, Rocinante, Quijote y Sancho
en orden de distancia a su sol a los
cuatro planetas. Era una idea que a nosotros nos
gustaba mucho porque juntaba un poco las
dos culturas, con toda la ciencia, la
historia, era un patrimonio además que no
había sido todavía reconocido en el
cielo.
Cervantes tenía un cráter por ahí en la luna
pero no era lo mismo. No era hablar de un
ente, de una estrella con el nombre de
Cervantes. Y entonces nos encargamos de
comunicarlo, de crear esa historia de
forma que ilusionara mucho a la gente.
Desde abajo hasta arriba. Colaboramos
con muchos chavales, con artistas
con científicas, con científicos, escritores,
humoristas, incluso Forges nos
pintó una columna en El País.
Hicimos un programa en el Planetario luego
contando toda esta historia y colaboró
muchísima gente. Se crearon unidades
didácticas para que los chavales en los
coles pudieran hacerlo y al final
resultó ser la candidatura más votada, la
propuesta más votada de todas las de
nomenclatura de los nuevos planetas... en
todo el mundo.
Muy por delante de otras iniciativas en EE.UU.
o en Inglaterra, que eran los sitios donde todos
pensábamos que se iban a copar los nombres.
Lo bonito es que todos los materiales
además se convirtieron en una cosa muy
cómplice, habíamos creado un poco esa
idea de que podemos dar nombres a las
estrellas, que es tan bonito y tan
poético, y hace muy poquitos días, un
colegio, los chavales de cuarto de
Primaria de un colegio asturiano se
pusieron en contacto conmigo porque
estaban trabajando con esos
materiales y estaban entusiasmados de
estudiar el cielo y me pidieron un
vídeo y entonces el círculo un poco se
cerró.
Entendiendo esta idea, yo creo que es
fundamental que la comunicación tiene que
ser global o 360, ahora que se dice tanto
en estos términos del mercado, pero
que es real. Es decir, la gente se había
implicado y se implica en dar el nombre a
algo que está tan lejos de nosotros que
nunca podremos llegar a viajar allí.
¿Cómo nos comunicaremos en un futuro?
El gran problema de intentar predecir
el futuro es que estamos condenados al
fracaso. Y más en las
cosas de la comunicación.
Evidentemente, el
papel en que disponemos de esta memoria
colectiva que es internet, de esta
capacidad de acceder a todo el mundo al
momento que propician las redes, es
algo que se va a implantar muy dentro de
nosotros, lo llevaremos puesto. Es
decir, todas las cosas futuras que
podremos tener la información en el
mismo campo visual que vemos, a pesar de
que todos los intentos que se
han ido haciendo hasta ahora no han
resultado ser cómodos; esas cámaras
de realidad virtual siguen siendo una
cosa extraña, pero yo no dudo que
esto llegará, de la misma forma que se
están integrando los auriculares
para toda la comunicación audiovisual. Está
el reto, está la frontera de lo óptico, de
esa comunicación del tacto.
Es algo que se está empezando a explorar,
es decir hay dispositivos que reproducen
un poco sensaciones, esos guantes
de datos quizás se incorporen de alguna
forma sencilla, no sé cómo pero de
repente todas esas cosas que vemos muy
virtuales vamos en un camino al que se
irán haciendo más reales.
No sé si incluso las terminales
olfativas se podrán usar, es decir que
todos los sentidos sean o incluso las
conexiones neuronales, como ya se están
probando quizás del mundo de la
comunicación sea directamente esa
conexión entre mentes o entre cuerpos
que están dándose. A mí esto me espanta
un poco porque sigo siendo un gran
defensor de la cercanía, de la presencia,
aunque sea confinada, aunque sea a dos
metros de seguridad para evitar una
transmisión de un virus, pero es muy
importante. Al fin y al cabo
fíjate, yo trabajo en un Planetario que
es un sitio donde a la gente le gusta venir y encontrarte con
el cielo y encontrarte con historias
y esa historia cercana también
es el futuro de la comunicación. La forma
en que sepamos integrar toda esa
parte virtual con la parte cercana, con
la parte más humana que podemos llamar
-lo otro también es humano pero digamos
más clásico-, yo creo que será el gran
boom, el gran reto de la comunicación de los
próximos años.